Desengaño y
Esperanza
A veces miro al hombre, viva imagen de la muerte y solo
viene a mí un atisbo de lo que pudo ser algún día.
Dañino como el piojo en tu cabeza, sorbe la sangre hasta
dejarnos secos , al igual que nosotros hacemos con nuestra madre tierra e
incluso con aquellos que nos miran fijamente a los ojos, pidiendo una
respuesta.
¿Realmente fuimos alguna vez humanos o simples carroñeros a
la espera de la muerte del agazapado?
Desgarramos, sesgamos a pedazos las entrañas de quien no es
posible esperar una defensa.
Lloramos nuestra desgracia sin sufrir la del que te aferra
por la mano, sin percibir que solo somos polvo en el centro de una laguna seca,
sin dueño, muertos ambulantes a la espera de que no nos roce la hambruna, de
que no nos golpee la acidez de la lluvia que forzamos nosotros mismos.
Algún día intentaremos ver con claridad lo que nos rodea,
pero ya habremos devorado nuestros propios ojos e incluso los de nuestros
hijos.
Piojos parásitos, buitres carroñeros, nada queda bueno en mi
raza si alguna vez hubo.
Nada de que sentirse orgulloso, nada que cambie nuestro
destino, nada que cierre nuestra caja de Pandora.
Caminaré con vértigo y sigilo, observando huracanes en vez
de vientos, diluvios que debieron ser lloviznas.
Quitaré los guantes de mis manos y estaré preparado para la
batalla final, la de la destrucción de estas vidas o la transformación en otras
que siempre debieron permanecer.
Sin hoces ni martillos, sin rosas ni gaviotas, solo con la
esperanza de que quien vela por nosotros tiene limpia la mirada, los oídos bien
abiertos y unos brazos extendidos ofreciendo la verdad.