viernes, 11 de mayo de 2012

DIEZ MINUTOS SIN SENTIDO



















Leía tu carta y me perdí.
Aquellos años quedaban tan lejos que ya no atisbaba a rellenar mi imaginación con tus recuerdos.
En un esfuerzo de encontrarte salí al balcón a despejar mi mente y encauzar mis pensamientos.
No obtuve respuesta alguna,  treinta segundos intentándolo y ya tenía mil historias nuevas en mi cabeza.
 El rugir de un motor al fondo de la calle, mi vecino llamando a sus zagales, una señora mayor apoyada en la baranda del suyo, justo frente al mio pero dos pisos más arriba.
Fumaba un pitillo y tenía la mirada caída, resoplaba el humo del cigarro intentando que saliese un hilo muy delgado del final de su garganta sin apenas conseguirlo.
Percibió mi presencia, me miró y de un golpeteo lanzó su cigarro a la calle y se ocultó en el interior. Por un instante pensé que había invadido su intimidad, como si yo le hubiese podido leer la mente cuando tan solo observaba a mí alrededor.
Me olvidé completamente de ti y pasé de nuevo a mi salón.
Sentado en el sofá vacié mis pensamientos con uno de esos programas que te cuentan la vida de otros,
vidas siempre más interesantes que la tuya propia.