Aquellos años quedaban tan lejos que ya no atisbaba a
rellenar mi imaginación con tus recuerdos.
En un esfuerzo de encontrarte salí al balcón a despejar mi
mente y encauzar mis pensamientos.
No obtuve respuesta alguna, treinta segundos intentándolo y ya tenía mil
historias nuevas en mi cabeza.
El rugir de un motor al fondo de la calle, mi vecino llamando a sus zagales, una señora mayor apoyada en la baranda del suyo, justo frente al mio pero dos pisos más arriba.
El rugir de un motor al fondo de la calle, mi vecino llamando a sus zagales, una señora mayor apoyada en la baranda del suyo, justo frente al mio pero dos pisos más arriba.
Fumaba un pitillo y tenía la mirada caída, resoplaba el humo
del cigarro intentando que saliese un hilo muy delgado del final de su garganta
sin apenas conseguirlo.
Percibió mi presencia, me miró y de un golpeteo lanzó su cigarro
a la calle y se ocultó en el interior. Por un instante pensé que había invadido
su intimidad, como si yo le hubiese podido leer la mente cuando tan solo
observaba a mí alrededor.
Me olvidé completamente de ti y pasé de nuevo a mi salón.
Sentado en el sofá vacié mis pensamientos con uno de esos programas que te cuentan la vida de otros,
vidas siempre más interesantes que la tuya propia.
Sentado en el sofá vacié mis pensamientos con uno de esos programas que te cuentan la vida de otros,
vidas siempre más interesantes que la tuya propia.
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